
Hoy empiezo tratamiento con una psicóloga. Una nueva psicóloga, que vi una sola vez en mi vida.
Lo bueno es que queda al lado de mi departamento y no tengo que hacer mucho esfuerzo para ir al consultorio.
¿Lo malo? Muchas cosas.
Punto uno, no quiero contarle mis mambos a una psicóloga que todavía no recuerdo ni el nombre.
Punto dos, es irrelevante que este pensando en que no le quiero contar mis cosas a una analista cuando yo misma estoy estudiando psicología.
Punto tres, por un lado quiero ir pero por otro no, siento que yendo se me vienen millones de fantasmas a mi hoy y que no yendo estoy escapando a lo que me toca vivir.
No quiero ir porque tengo miedo que me diga que estoy enferma (es obveo que no me lo va a decir directamente) pero es feo caer en que quizás un poco volví a lo de antes.
No quiero acordarme de toda esa fea etapa y mucho menos revivirla.
Es que soy tan consiente de todo, no necesito que me diagnostiquen lo que tuve, tengo o puedo llegar a tener por que ya lo sé.
Como que siento que controlo mi cabeza, mi mente, mi aparato psíquico. Pero a la vez no.
Soy tan fuerte y a la vez tan susceptible respecto a lo que me rodea.
Como que quizás prefiero seguir fingiendo que no estoy sintomatizando, que no están apareciendo señales que dan alerta.
Quizás es de cobarde, pero prefiero vivir así a que empezar a destaparme capa por capa.